Con los criterios de Don Criterio -el Presidente- quiso arreglar en el sexto, aquello que él mismo, empezó desarreglando en el tercero, cuando premió excesivamente con dos orejas una faena de Roca Rey que en otros tiempos no hubiera pasado de una, tras la petición mayoritaria del público. Y así, la corrida terminó con un ruedo regado de almohadillas ante el escándalo de negar la presidencia una faena para lo que el respetable había pedido de manera mayoritaria la oreja que permitía la gloria de la Puerta del Principe para el peruano. Las concesiones baratas del palco de Sevilla, traen hoy el dique de contención de no premiar aquello que se ha estado concediendo desde que empezó el ciclo continuado de festejos. Como alguien dijo en la azoteilla en un corro de aficionados el palco de Sevilla, parafraseando el argot futbolístico, bien merece una nevera.
El de la Puebla, venía vestido con un precioso terno malva y oro, cuya tonalidad nos traía recuerdos de San Lorenzo, pero cuando inició la faena al cuarto Morante se revistió de Sevilla vestida de luces, esto es de Pepe Luis, en este año de su centenario cuando citó al toro de Cuvillo con el «cartucho de pescao». Cuentan que el Sócrates de San Bernardo iniciaba así sus faenas por que escuchó a su abuelo que así iniciaba las faenas El Espartero. Cuando citó con el cartucho nos acordamos de aquel otro de hace 22 años, cuando con dos orejas de verdad en el esportón, el de La Puebla salió dispuesto a abrir la Puerta del Príncipe, pero cambió la gloria por el hule.
Ayer, nos dejó la impronta de su toreo al natural, mientras, hoy sí, la Banda desgranaba los sones de Gallitoy tras un cambio de manos sublime, el toro se rajó y como manso buscó los terrenos de chiqueros. Aquello no fue óbice para que el torero cigarrero se fuera allí con él y dejara para siempre los detalles de su torería añeja al hilo de las tablas -bebiendo de las fuentes gallistas- y terminara matando al toro trocando los terrenos en un recurso que recordaba otros tiempos. La espada cayó trasera pero el toro cayó fulminado. La plaza se cubrió de pañuelos blancos y el palco concedió una oreja que paseó Morante en una solemne y entregada vuelta al ruedo. En aquel momento nadie se acordaba de la faena por la que un rato antes el palco había concedido dos orejas a Roca Rey.
Juan Ortega no estuvo fino, y sólo nos dejó detalles de su tauromaquia ante dos ejemplares de Cuvillo que quizás guardaban más de lo lo que mostraron.
Tristemente la tarde pasará a la historia por aquella en que el palco privó a Roca Rey de salir por la Puerta del Príncipe, por el criterio sin criterio de un Presidente que premió en exceso algo que no había necesidad y quiso corregir en el sexto lo que él mismo ya había organizado, siendo contrario a la petición mayoritaria del respetable.
Foto: Pagés Artículo de Pepe Luis Trujillo del Real