Maldita ignorancia.

No me cuadra a mí el asunto. Me produce pena mucho antes que rencor. La Sra. Alcaldesa de Gijón, masivamente criticada y alegada con tanta razón como resentimiento, no está atravesando uno de sus mejores momentos. No obstante, vamos a intentar desgranar este embrollo poco a poco, lo más amablemente posible hacia su persona. Los taurinos de pura raza respetamos hasta a nuestros enemigos más hostiles. Creo que, en cambio, ellos no pueden decir lo mismo.

Cuando la mencionada munícipe tenía 23 años, de los 58 con los que actualmente cuenta, en la ganadería de toros de lidia de Daniel Ruiz le pusieron a dos vacas por nombre Feminista y Nigeriana. Posiblemente el momento en que la susodicha antitaurina andaba formándose para posteriormente adquirir su Licenciatura en Filología Hispánica. Algo raro pasa aquí. ¿Acaso se puede cometer el mastodóntico error de intentar prohibir la Fiesta Nacional en una ciudad, aun siendo consciente de la desmesurada cantidad de términos y expresiones taurinas que la misma ha aportado «hasta la bola» al español? Sería perfectamente inteligible que su posición personal fuera contraria a la tauromaquia. Sin embargo, privar de ella a sus partidarios es otro nivel realmente desorbitado.

Partidarios a los que, indudablemente, la edil socialista ha rechazado de una manera abyecta, infame y soez. Nos topamos con otra indiscutible controversia. ¿Cómo es posible que la máxima autoridad -precisamente perteneciente al Partido Socialista Obrero Español- de una población pretenda vedar tajantemente de su fiesta al pueblo humilde, obrero y trabajador que se gana la vida de sol a sol en las costas gijonesas? No olvidemos que «los toros son del pueblo». Sin ir más lejos, la señora carbayona, con todos los honores del mundo y por mi parte con mi máximo respeto, procede de una familia dedicada al comercio textil en un barrio ovetense. Considero que aquí no hace falta añadir nada más.

Por ir pegando ya la media verónica, no consigo comprender cómo ha demostrado tal capacidad para afirmar que en el arte entre las artes se utilizan los animales para «desplegar una ideología contraria a los derechos humanos». Mi honesta pregunta es la siguiente: ¿existe alguna ideología contraria a los derechos humanos mayor que la de impedir que miles de familias, cuyos integrantes viven del arraigado mundo del toro, puedan llevarse el pan a la boca?

Para concluir, todo lo tratado me incita a pensar en que usted, estimada alcaldesa de Gijón, posee un paupérrimo nivel de conocimiento, no solamente taurino, sino también humano. Maldita ignorancia la que destila a borbotones, con perdón.

Imagen: El Comercio

Artículo de opinión de Romero Salas