Colosal actuación del de La Puebla en el cuarto toro, premiado con la vuelta al ruedo, al que cuajó con capote y muleta llevando el éxtasis a los tendidos
Morante de la Puebla ha hecho historia esta tarde en la Real Maestranza sevillana al cortar dos orejas y rabo del cuarto toro, el mejor de la corrida de Domingo Hernández que le permitió sacar lo mejor de su toreo en una obra cumbre tanto con el capote como con la muleta. Fue el toro perfecto para despertar al Morante más artista, que crujió los cimientos de la plaza con una actuación desgarradoramente bella que queda para los anales de esta plaza. Fue la gran faena de una tarde que tuvo otros contenidos interesantes y de calidad de la mano tanto de Juan Ortega -para quien sonó la música con el capote en su primero- como para Urdiales, que sacó a relucir la calidad de su toreo en el último toro de su feria. Pero el acontecimiento del día y de la feria llevó el nombre de Morante, que al caer la tarde atravesó la Puerta del Príncipe y colapsó las calles del centro en su paseo a hombros de los aficionados hasta el hotel.
Morante de la Puebla comenzó la tarde con un magnífico toreo a la verónica tanto en el recibo como en el quite posterior. Firmó un bonito comienzo de faena y dio una primera serie ligada y muy templada. A partir de ahí el toro quedó desfondado, quizá mermado por la voltereta que dio en los primeros tercios. Mató de estocada y fue ovacionado.
Morante comenzó su recital en el cuarto cuajando al cuarto a la verónica, otro monumento al toreo con el capote que provocó que sonara la música en su honor. Siguió con su sinfonía capotera para poner al toro en suerte y después en un quite por tafalleras excelente. Hizo un quite Urdiales por verónicas y Morante respondió por gaoneras en un despliegue de variedad y calidad. Comenzó la faena con ayudados por alto con empaque y hubo una primera fase de acoplamiento hasta que cogió la zurda y toreó con largura y templanza al natural. Por ese pitón llegó la cumbre de su faena en series en las que dejaba la muleta muerta y tiraba de ella para engarzar los muletazos sin toques hasta el infinito. Morante compuso una sinfonía que desembocó en un triunfo histórico tras la estocada con la que cerró su impresionante faena. Cortó un rabo, trofeo que no se concedía a un torero en Sevilla desde 1971, cuando lo cortó Francisco Ruiz Miguel.
El segundo de la tarde fue un animal manso sin clase de salida, volviéndose al revés y siempre muy montado. Puso en aprieto en banderillas y llegó a la muleta tal y como salió, sin humillar ni una sola vez. Diego Urdiales lo intentó por el lado derecho adelantando la muleta y trayéndolo tapado. Así consiguió muletazos que parecían imposibles. Tuvo mérito la labor del riojano, que mató al segundo intento.
Diego Urdiales brindó al público el quinto de la tarde como prólogo a una faena de mucho mérito que comenzó con buen toreo al natural -el mejor pitón del toro- y tuvo momentos de calidad y vibración por el lado derecho. Este quinto fue el toro que más opción le dio al diestro riojano y lo aprovechó en una faena con pasajes bellos y mérito indudable. Mató de estocada y hubo petición no mayoritaria.
Juan Ortega hizo sonar la música en honor a su toreo de capote. Literalmente paró el tiempo a la verónica en lances de extrema belleza al tercero de la tarde. También brilló en el quite por delantales, con uno por el lado izquierdo al ralentí. Entró en quite Morante por chicuelinas y abrochó con una media monumental. Y Ortega respondió a la verónica templando muy bien de nuevo. El toro llegó templado a la muleta y Ortega lo toreó despacio por el lado derecho en una primera serie que fue pura caricia. El de Domingo Hernandez tenía calidad pero muy corta duración y esto limitó la faena.
Juan Ortega volvió a torear de forma excelente a la verónica al sexto de salida, llevándolo al caballo con verónicas gráciles. La faena comenzó de forma brillante y volvió a torear despacio y con naturalidad pero el toro se agotó y le impidió continuar lo que había empezado en muy buen tono.
Ficha del Festejo
Se lidiaron toros de Domingo Hernandez, bien presentados. El mejor fue el cuarto, premiado con la vuelta al ruedo.
Morante de la Puebla, ovación y dos orejas y rabo.
Diego Urdiales, silencio tras aviso y ovación.
Juan Ortega, ovación y silencio.