Los toros en Sevilla es un deleite para cualquiera que tenga sensibilidad por mínima que sea, el entorno del Arenal con Colón y Adriano, hacen el papel de guardianes y arropan con sutileza al coso más hermoso de toda la tierra, la plaza de toros de Sevilla, distinguida como la Real Maestranza, hoy sin llegar a los dos tercios de aforo y con la primicia de los toros del Parralejo, con Fandi, Perera y Luque anunciados y con el interés de los cuatro mil quinientas personas de ver un espectáculo acorde a lo invertido en la taquilla, no nos gustó el encierro, con muchas dificultades, desclasados, primero, tercero, cuarto y quinto, alguna excepción hubo, segundo y sexto muy aplaudidos en el arrastre, grandes parece que Sevilla olvida el tipo, astifina y mirona con tirria sobre todo el tercero.
Fandi con el poso de la madurez cada vez lo veo mejor prestando detalles de templanza y toreria a pesar de la nula asistencia de sus dos parralejos. Perera en su primero, como casi siempre con la verdad consecuente, la constancia en creer en uno mismo, enjaretó tres series de arrojo siempre con la profundidad de costumbre, la última fue clave, mató en lo alto y cortó un apéndice con mucha fuerza, en su segundo a pesar de la intentona nada pudo concretar, lástima.
Daniel Luque en una tarde colosal, confirma el momento explosivo y la trascendencia de un toreo verdadero, la constancia y la perseverancia de superar el trance del olvido, después de verlo el domingo in situ, acerté de pleno, hoy en Sevilla confirma que el de Gerena se monta en el carro de los elegidos después de cortar tres orejas y formar dos alborotos, en su primero fue prendido con estrépito a pesar de voltereton supo remontar con osadía de la buena y desparpajo, estocada y oreja, en el sexto con un toro incierto rompió en el capote de Caricol para bien y lo refrendó con un personalismo toreo de medida exacta, las tandas últimas con las danielinas que levantan los tendidos con entusiasmo de un respetable agradecido, espadazo y dos orejas y la Puerta del Príncipe. Mañana más…
Crónica de Alfonso Leandro.