Hace años que la frase “la tauromaquia debe adaptarse al tiempo en el que vive” se ha vuelto una especie de mantra recurrente cuando arrecian las críticas, se suceden ataques o aparecen dificultades que ponen en jaque el futuro de la fiesta.
Estas dificultades no han sido una excepción en esta “nueva normalidad”, en la que cada festejo que se ha celebrado ha estado en el punto de mira para quienes tienen como prioridad, no la salud y el bienestar común, como quieren aparentar, sino el daño y menoscabo de un espectáculo que, como se ha demostrado en este último mes y medio, cuenta con el apoyo de las miles de personas que han acudido a las plazas y de las que han seguido las retransmisiones en directo a través de la televisión. Como ejemplo, el último festejo celebrado en Fuengirola, con la totalidad del aforo disponible vendido en la plaza y con un 11,8 % de cuota en pleno “Prime Time” a través de Canal Sur.
¿Qué hay pues de aquello de que “la tauromaquia debe adaptarse al tiempo en el que vive”? También en este festejo de Fuengirola, organizado por Tauroemoción, se pudo comprobar ese esfuerzo por la adaptación a la nueva situación, la preocupación real y patente por la salud de todos y cada uno de los espectadores que asistieron a la plaza y el disciplinado y escrupuloso cumplimiento de la normativa vigente. El establecimiento de un protocolo de contingencia de seguridad e higiene previo y su estricta puesta en marcha, ha sido todo un éxito, considerado por profesionales y espectadores como referencia y ejemplo a seguir en programaciones futuras.
Así, el sector taurino está demostrando que es responsable y consciente de este nuevo tiempo que todos vivimos; sus espectadores, una vez más, están evidenciando su civismo y todos y cada uno de los profesionales que están participando en los festejos, su compromiso para sacar adelante una temporada tan dura y complicada.
La tauromaquia está intentando, a pesar de las dificultades, adaptarse a este tiempo y enfrentar los muros que el Gobierno de España está levantando, en forma de falta de ayuda a quienes dedican su vida a este espectáculo cultural, siendo la única forma de hacerlo la de organizar y celebrar festejos taurinos. Además, con la celebración de los mismos, está ayudando a dinamizar la maltrecha economía del país, sacudida por la pandemia, y en tiempos de incertidumbre, está ofreciendo una alternativa de ocio segura a quienes están optando por acudir a la plaza o ver un evento desde casa por televisión.
A pesar de todo, quienes buscan la destrucción y la confrontación como medio para debilitar al sector, no cejarán en su empeño. Por eso es importante, además de la unión y de la puesta en valor de lo mucho y bueno que se está haciendo por adaptarse y ofrecer un espectáculo seguro para todos los que quieran disfrutar de él, que reivindiquemos y pidamos a las autoridades no ceder a presiones y que, por el contrario, confíen en el trabajo que se está desarrollando y que, visto el último precedente, está dando resultado.
En definitiva, déjennos trabajar. Pocos espectáculos públicos, aún sin pandemia ni medidas sanitarias extraordinarias, han estado tan vigilados y fiscalizados como los espectáculos taurinos. Por eso, porque estamos acostumbrados a trabajar bajo el foco de la autoridad y se ha demostrado con creces el cumplimiento de directrices y normativas, la tauromaquia merece crédito y confianza. Y sería deseable que, si desde algunos ámbitos no hay disposición para allanar el camino, al menos se abstengan de poner más piedras en la de por sí complicada travesía.