Desde que se supo que Morante quería hacer el gesto de anunciarse con el hierro de Miura, la fecha estaba marcada con los colores de la divisa de la gandería de Lora del Río, en la agenda de los aficionados. Primero para el 2 de mayo y tras la suspensión de primavera para el 3 de octubre poniendo fin a la extraordinaria Feria de San Miguel. La plaza registraba un nuevo lleno de no hay localidades, de los cinco llenos cuatro los ha puesto sólo el de La Puebla en sus respectivas actuaciones en la mañana de cada festejo, si bien este último traía la expectación de enfrentarse a los de la A con asas sabedores que sería distinto a todo lo anterior.
Para la apuesta -que finalmente resultó a medias- apareció por la Puerta Principal estrenaba José Antonio un vestido de tabaco e hilo blanco, con la chaquetilla de alamares y con el chaleco bordado en oro y con unas medias blancas que recordaban a aquellas que usara José, cuando la muerte de la Señá Gabriela. Y así estábamos cuando apareció el primero de Miura, un salinero de nombre Aceitero, sin duda el más de Miura del terciado festejo, -curiosamente en una Feria de toros cinqueños algunos casi rozando los seis años, los de Miura eran cuatreños y eso en esta ganadería se nota mucho- al que recibió con el capote sin mirarle el hierro, dejando verónicas de otro tiempo, incluso codilleando al final del lance, y una media fastuosa en el quite a la que se unió un precioso galleo por chicuelinas. Ya en la muleta, el toro y el viento apenas lo dejaron lucirse, pero quedaron algunos detalles ntre ellos algún pase de trinchera que valió la entrada. El Miura que hacía cuarto, fue devuelto entre protestas por el deficiente trapío por invalido, y salió un toro de la ganadería sevillana Virgen María, con su divisa celeste y blanca que recuerda los colores marselleses de sus propietarios. El toro, no era una panacea, pero ante la torería, la técnica y la decisión de Morante en esta temporada, hasta taparon los defectos. Para la historia quedará esa foto toreando con el sombrero de Rafael Peralta en la otra mano antes de entar a matar a recibir, en el que quedó baja la espada. El gesto del torero pidiendo que no le concedieran trofeos y negándose a dar la vuelta al ruedo, vergüenza torera le llaman, era según escuchamos porque él había venido a torear una corrida de Miura.
De vergüenza torera y buen hacer estuvo Escribano, ante un gran toro de Miura, el mejor del encierro. Al que recibió a portagayola, toreó con gusto con el capote y banderilleó con valor. El temple fue fundamenteal para sacar lo mejor del Miura que tenía un pitón derecho extraordinario, por el izquierdo no era tan claro, pero Escribano apostó por él, sabiendo que hay había mucha verdad y peligro, resultando cogido afortunadamente sin consecuencias y condicionando que quizás esta fuera la causa de la concesión de la segunda oreja. En el quinto nada pudo hacer. Como apenas pudo hacer nada Pepe Moral con un lote a contra estilo.
Cuando salíamos de la plaza, tras alguna despedida de aficionados hasta el año que viene, la cartelería anunciaba un festejo de promoción para el 12 de octubre, la mejor noticia en esta vuelta a la normalidad que vamos recuperando.
Foto: Arjona /Toromedia Artículo de opinión de José Luis Trujillo del Real.