Como clausura de unas jornadas que se han propuesto en el conjunto de su desarrollo destacar y realzar los valores sociales que caracterizan y distinguen a la Tauromaquia en general y a los toreros en particular, el diestro Saúl Jiménez Fortes y la psicóloga Patricia Ramírez protagonizaron ayer en Huelva una profunda conversación acerca de la especial mentalidad de quienes eligen para su destino el camino de jugarse la vida cada tarde que pisan el ruedo de una plaza. «¿Son los toreros gente hecha de otra pasta?” era el título de una charla que fue por completo un diálogo directo entre Saúl y Patricia en el empeño de desentrañar la compleja psicología de los toreros.
Ambos hablaron de pasión, de emoción, del sentido de la responsabilidad, del concepto del valor, de la gestión del miedo, de la superación de las dificultades, de la disyuntiva del no retorno que el matador hace propia cada vez que se enfunda el traje de luces y se va a una plaza. Aplicando parámetros comunes a cualquiera de los deportistas de alto rendimiento con los que trabaja casi a diario, Patricia Ramírez fue adentrándose y poniéndole explicación técnica y psicológica al comportamiento y al compromiso vital que el torero desarrolla y asume con su profesión y con cuanto significa. Jiménez Fortes fue respondiendo a las cuestiones que le planteaba Patricia para terminar explicando, por ejemplo, el intenso proceso personal que le supuso la experiencia tan dura y tan cercana de las dos gravísimas cornadas que sufrió en el cuello en el intervalo de apenas unos meses. «Mientras te recuperas, te preguntas muchas veces por qué a ti y por qué así. Y vas teniendo momentos de altos y de bajos, aunque nunca te planteas de verdad si todo merece la pena porque hay algo dentro de ti que te dice que sí la merece. Y al final, la opción es seguir, ni siquiera como una decisión, sino como un designio, como un instinto”.
Tan directo fue el diálogo entre ambos protagonistas que incluso el propio torero llegó a preguntarle a Patricia Ramírez por qué ella era psicóloga, a lo que ésta respondió que por lo mismo por lo que, aun sin conocerse, se puso en contacto con él tras las graves cornadas en el cuello: «Por la necesidad de ayudar a quien lo pasa mal”. Todo el empeño de este último acto del XXVI Ciclo Los Toros de la Fundación Cajasol en Huelva fue subrayar cuantos valores humanos conviven en la interioridad de un torero y que se reflejan en tantas situaciones asumidas como normales por el aficionado, pero que se manifiestan como ejemplos extraordinarios de vida en medio de una sociedad tantas veces carente de esos mismos valores.